Desde hace varios años mi restaurante “El Jolgorio” se encuentra en la Plaza de la Cibeles de la colonia Roma. Nuestra vieja casona queda justo enfrente de la parada del Turibus, lo que me ha permitido conocer de primera mano muchas de las impresiones de los paseantes de la Ciudad de México en su recorrido.
La imagen de los turistas en el autobús descapotado invita a los mismos capitalinos a realizar los recorridos y conocer su ciudad. Para los turistas nacionales y extranjeros es una forma de visitar la ciudad de manera práctica, amena y sin los peligros inherentes a la gran urbe.
Este servicio es uno de los escaparates más importantes de nuestra oferta turística que, sin embargo, observa una serie de debilidades y amenazas que deben de ser atendidas para lograr la excelencia y beneficiar así a los turistas y a la industria turística de la Ciudad en su conjunto.
Por ejemplo, nuestra urbe tiene un tráfico muy denso que en ocasiones se vuelve muy difícil para los pasajeros y los somete a una presión y estrés contrarios al placer de viajar.
Además, los autobuses no cuentan con servicio sanitario, lo que obliga a los pasajeros a encontrar un lugar dónde satisfacer esas necesidades. El recorrido puede durar tantas horas que el pasajero queda limitado a explorar los puntos de interés de cada parada en un día, pues además no tiene una idea clara de cuánto tiempo tardará en recogerlo el siguiente autobús en una parada determinada. Los mapas que ofrecen al paseante tienen un esquema sencillo para indicar las paradas, más no una recomendación para visitar los atractivos de la Metrópoli.
Pero la Ciudad está aquí para brindarnos sus experiencias maravillosas, y los paseantes solo esperan recomendaciones con sentido común, y desde los ojos de un turista que espera lo mejor de la Capital que viene a visitar.
En muchas ocasiones he podido platicar con varios turistas extranjeros que después de tomarse un café en la terraza del restaurante me solicitan alguna recomendación para su recorrido. Muchas veces les aconsejo que caminen por la colonia Roma y así disfrutar de su arquitectura ecléctica y sus múltiples boutiques y cafés, además del sensacional Museo MODO. Y que después caminen hacia el bosque de Chapultepec para conocer su maravilloso Jardín Botánico y ver la exposición de las rejas, donde siempre hay una propuesta interesante, como la actual exposición sobre José Guadalupe Posada. Después de lo cual recomiendo que visiten el magno Museo de Antropología. Finalmente, al término de este recorrido se vuelven a subir en el Turibus y disfrutan de Polanco y la zona alta de Chapultepec.
Muchos turistas regresan al día siguiente preguntando por otras recomendaciones para visitar otros puntos de la Ciudad a los que acceden por el Turibus, como el Centro Histórico, Coyoacán, San Ángel y la UNAM.
La conclusión que saco cada vez que reflexiono sobre esta interacción con los turistas es que nuestra Ciudad requiere de anfitriones que la presenten de forma amena y sencilla, pues es tan inmensa y grandiosa que el visitante puede quedar atrapado en su complejidad. Se necesita una mística nueva para los prestadores de servicios turísticos de la Ciudad de México. Una que parta del gusto por vivir y descubrir la gran urbe y compartir ese entusiasmo con los visitantes. Estoy seguro que eso redundaría en beneficio para toda la industria turística de México. Necesitamos que los turistas regresen a su país recomendando visitar el nuestro y nuestra ciudad por sus grandes experiencias. Y en esto ADO y su Turibus tienen una responsabilidad con sus viajeros, como garantizar estaciones de servicio con baños, expendio de bebidas y módulos de orientación para los turistas. No podemos esperar que un paseante disfrute de la Ciudad con la vejiga a punto de reventar o deshidratado, y que después nos recomiende en su país para atraer nuevos turistas.
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